Las campanas del Convento do Espinheiro ya no suenan con cada misa de domingo. Siete siglos después de su creación, al albur de una popular aparición de la Virgen sobre un espino, los badajos sólo aporrean cuando se celebra boda en la iglesia mayor, restaurada como parte singularísima de este hotel espectacular. Amanece al sur de Évora y contemplando este edificio monumental en medio del campo sólo nos falta el canto de los gallos, que se perdió con los monjes jerónimos, cuando la desamortización de las órdenes religiosas portuguesas, a mediados del XIX. Ese ambiente monacal y del renacimiento nos acompaña en la recepción, el salón social que fue refectorio, los claustros, a los que hoy se asoman las mejores habitaciones, o la bodega y sala de catas, ubicado en la antigua cisterna, la reserva de agua, que nos recuerda a las de Estambul, Cáceres o El Jadida. O el mismo restaurante, envuelto en tinajas de aceite o vino de la antigua bodega, barro cocido de siglos. Contrasta el ala moderna del hotel, un sector de habitaciones de decoración clásica y otro de estancias de decoración vanguardista, unas y otras con terrazas a los jardines y al huerto que provee de verdura y hierbas aromáticas al restaurante, otra huella de labor monacal. El conjunto se completa con un generoso spa, un pecado de aguas y tratamientos por un corpore sano.