Villa Nazules es un hotel sensorial, por lo que se siente –el viento en campo abierto, las aguas en su centro spa, el contacto con los caballos de su yeguada, los aromas de su cocina- y por lo que no se siente –el silencio, esa ausencia que nos permite captar los chasquidos lejanos de la perdíz, el canto alto de los abejarucos– y que tanta calma nos transmite. Estamos en las colinas que presagian Toledo, suelo de Almonacid, un paisaje manchego que muestran con generosidad los ventanales de las habitaciones.
El edificio no pasa inadvertido, por sus líneas vanguardistas en la inmensidad de este mar de olivos. Y sus interiores son acordes a esa modernidad, con mobiliario que mezcla minimalismos con evocaciones de época. Cueros, maderas, terciopelos. En general mucha calidad, una filosofía que se traslada al cuidado por la mesa, los tratamientos de la zona de aguas o el culto al caballo.