Abandonamos el bullicio de la ordenada Rabat para sumergirnos en un jardín de mandarinos. Los árboles decoran cada vista desde las habitaciones de este hotel singular que es sin duda un favorito en la ciudad. La familia Claudy Imbert, francesa y con solera en el lugar, dirige el establecimiento, que ofrece además un restaurante de referencia, entre los mejores de Marruecos. El edificio es en una planta, salvo en la zona de alojamiento, en torno al patio árabe, que tiene dos. Las habitaciones se distribuyen en torno al patio y tienen balcón al jardín o terraza privada, y las suites dan a mediodía. Ese patio es un vergel con fuente rumorosa. Se empieza el día con otro espíritu al abrir la puerta y descubrir este jardín interior con palmeras, plataneras, palmitos y gorriones alegrando la mañana. El hotel cuenta con un bar de ambiente africano, y con un gran salón-biblioteca con chimenea y vistas al jardín.