La Villa Fiorita se levanta desde principios del XIX en una finca interior de la costera Giulianova, un edificio regio y sobrio como corresponde a los grandes casales rurales de la época. Desde 2000, la familia Oliveri ha hecho de esta finca un espacio favorito que nos permite disfrutar del Adriático cuando queremos, porque al mar nos queda apenas un paseo de un cuarto de hora a pie. Los edificios principales de la finca, envueltos en jardines diáfanos con algunos altos pinos, ocupan una colina a las afueras del pueblo. Sus características originales nos han llegado intactas, y la sala del restaurante luce preciosas bóvedas de cañón en ladrillo, los techos conservan intactas las traviesas de madera, las fachadas visten clásicas ventanas con voladeras en madera que dejan ver cortinas de algodón, y tras los jardines, la piscina y la iglesia. El complejo dispone de 37 habitaciones románticas a tiro de piedra de las más animadas playas del Adriático.