En las montañas que presagian Oviedo, remontando desde la Meseta, descubrimos este hotel singular cuyo icono es sin duda la imagen de un jacuzzi generoso con vistas a un paisaje nevado e infinito. Los edificios son rehabilitación de la aldea abandonada de Coruxedo, junto al puerto del Angliru, ocupando una ladera de monte verde salpicada de algunas otras casonas sumidas en su cosmos de recogida matutina de la leche y faenas del campo. Desde cualquier habitación ése es el paisaje sonoro, algún cencerro, algún silbido de pastor. Contrasta con ese verdor el tono azul de algunos muros del hotel, que es un elemento más de una Asturias contemporánea. Así son las habitaciones y suites, materiales de siempre y estética vanguardista. Telas alegres, madera y tonos tierra, en un ambiente agradablemente country-chic. La piscina, como un balcón a las montañas, es un privilegio en verano.