En tierras altas de la Reconquista, al sur del Cañón del Río Lobos y a orillas del Ucero, cruzar el umbral de esta antigua universidad de Santa Catalina es un privilegio. La fachada plateresca da paso a un patio renacentista, y una vez bajo techo nos envuelven muros de piedra y mobiliario de vanguardia. Este es un espacio universal por varios motivos, porque es legado de la historia, porque la calidad nos gusta a todos, como las aguas caldas, y porque el espíritu de la casa es una apuesta por los espacios sin barreras. El propio hotel, el restaurante y la zona termal cumplen ese objetivo. El visible respeto al edificio hace impensable lo que oculta bajo su suelo el patio renacentista, dos plantas de balneario, 1.500 metros cuadrados de piscinas lúdico-termales, circuito de contrastes y zona de tratamientos.
Estamos en una auténtica estación balnearia, pues disfrutamos de las aguas minero-medicinales descubiertas precisamente en el espacio del patio, o puestos a suponer imaginemos que el enclave buscó la previa existencia de un pozo, en esta llanura vecina de cárcavas y río.
La vida social del hotel gira en torno a la gran cúpula acristalada que remata el patio, un espacio señorial y moderno. Como las habitaciones, que combinan muros de sillar visto con mobiliario y estilos contemporáneos. Un paseo entre el hotel y el casco histórico de la vieja Osma se impone, y estamos listos para un rato feliz entre las aguas y una cena de auténtica fiesta.
El centro termal. Aguas oligometálicas, bicarbonatadas cálcicas, hipotermales y de mineralización media. Efectos sedantes, analgésicos y diuréticos. Indicadas para estrés, reumatología, adelgazamiento, tratamientos antiedad y efectos preventivos y protectores de factores de riesgo cardiovascular. Ofrece piscina termal, masajes, envolturas, chorros de agua, jacuzzi, saunas, ducha escocesa y baño turco y zonas de reposo.