Hay hoteles ideales para olvidarse del mundo, y éste, al final de una senda, al final del último pueblito de Ayllón, es el caso. Estamos al norte de Segovia, besando la Ribera del Duero burgalesa, en un paisaje singular en el que los corzos campan por colinas salpicadas de sabinas, tomillo, romero y te de roca. Y en el que la roca caliza adopta figuras caprichosas, a modo de níscalos gigantes, a cuyos pies se ubica la gran casa que acoge a este hotel rural con spa, buena carta de masajes, sala de reuniones con chimenea de leña y restaurante de cocina castellana, también con una gran chimenea, como la sala de estar.En el propio hotel nace el río Aguisejo, afluente del Duero. Y a la vuelta de una de las rocas que hacen precioso el lugar anidan buitres leonados, vecinos de búhos reales y alimoches, por citar algunas aves singulares de este rincón. Beatriz, Belén y Pablo se ocupan de que no nos falte nada. El hotel ofrece 15 habitaciones, todas con distinta decoración, techos de madera, con teléfono fijo y sin TV, para conseguir un completo bienestar. Unas con vistas a las rocas calizas, otras mirando al jardín y las colinas, y ofrece dos salas de balneoterapia con bañeras de hidromasaje, tres salas de masajes y tratamientos corporales, baño turco, duchas de contraste y piscina con jacuzzi, chorros y cuello de cisne con grandes ventanales al campo. Entre las terapias, además de la hidroterapia, quiromasaje deportivo, miofacial y craneo-sacral.