Un poco de la Toscana en el centro de Madrid. Así podríamos definir a este hotel singular que vive escondido en un bosquete de cedros, arces japoneses y otros árboles de buen porte entre la M30 y Arturo Soria. Desde las terrazas de las habitaciones de la primera planta las Cuatro Torres se divisan entre las ramas, parecemos protegidos de la gran ciudad, entre trinos de carboneros y mirlos. Si el edificio nos evoca a un palacete toscano, los interiores combinan los ambientes clásicos, a caballo entre el infalible estilo británico en muebles y telas y un italiano luminoso, con ventanales generosos allí donde estemos. La cafetería es acogedora y hasta privada, del restaurante hablamos luego, un salón de lectura hace las veces de segundo lobby, envuelto por jardines y casi bosque, y su sala de reuniones se ubica entre la vista al jardín y un espléndido muro que es biblioteca de vitrinas. Las habitaciones son clásicas, con baños modernos, y las suites son generosas y personales. Algunas dividen sus dos espacios mediante arco, dando al ambiente un punto de estancia de casona regia. Nos enamora este hotel singular que sorprende por su estilo, único en Madrid, y por sus ambientes. Estamos en uno de esos hoteles de cabecera, nuestra referencia cuando venimos a la capital.