A los poco amigos del agobio playero de la costa levantina les encantan opciones como Finca Ronesa, un hotel de calidad en una parcela generosa entre los bosques de pinos que rodean al Pantano de Tibi, a tiro de piedra de Alicante capital. Este es el proyecto de vida de Elvira y su familia, hoteleros por amor de esta finca a los pies del Maigmó, una de las siluetas ilustres de la provincia. Estamos en tierra de cigarras en verano y de plato de cuchara en invierno, porque esta altura de Alicante, a caballo entre mar y montaña, tiene esos contrastes, pescado del día o jabalí de la última cacería. La piscina hace juego con las cigarras, y la biblioteca con chimenea hace juego con la cocina de invierno. En ambos periodos disfrutamos de este lugar, cuyo eje central es un espectacular patio cubierto por una no menos llamativa estructura de madera y cristal, un desafío a la gravedad. En el patio, que es gran salón, un piano de cola y plantas de buen porte. Las habitaciones son amplias y los ventanales dan al bosque, que nos trae aromas de pino al sol, sonidos de abubillas y pitos reales. Que Alicante también es esto.