El Hotelito es una prueba más de que el campo se lleva bien con la modernidad, que la búsqueda de calma y armonía encuentra con acierto espacios acogedores con espíritu agro-chic como este hotel en el que los interiores son luminosos, de líneas limpias y mobiliario contemporáneo, y los exteriores son parte del interior, protagonistas en los amplios ventanales que, del suelo al techo, nos acercan el paisaje. Estamos en Navaluenga, a orillas del Alberche, entre las sierras de Gredos y de Avila, un enclave privilegiado que contemplamos también desde nuestra habitación. La naturaleza circundante es, pues, omnipresente. Dan forma a este edificio acogedor materiales sencillos interpretados con gusto, la madera, el hormigón pulido y el cuero. Elementos que nos conectan con el ambiente hípico vecino del hotel, porque este paisaje de bosques de frondosas, laderas de monte bajo y colinas de granito pide un paseo a caballo. Un halo hípico nos acompaña en nuestra estancia, y en ese ambiente de paz interior, el hotel da por bienvenidas a las mascotas “desde un canario hasta un caballo”, nos dicen los anfitriones de la Casa. En ese empeño por el bien acoger, el edificio está concebido para ser cómodo a las personas con movilidad reducida, y cuenta con argumentos que nunca deberían faltar, como una biblioteca con chimenea y un bar, mágica combinación de elementos -un libro, un fuego, una bebida grata-. Qué poco cuesta sentirse lejos.