De buena mañana las ventanas de nuestra habitación dejan entrar el triple “pup” de una abubilla, trinos de gorrión y quiere uno imaginar rumor de olas. No están lejos, cruzando campos de olivos, algarrobos, almendros y pinedas, y son de las más bonitas de Mallorca.
Nuestro petit hotel está junto al Parc Natural de Llevant, cuyos rincones más privilegiados se nos antojan en las playas de esta costa virgen de azules oníricos. Cases de Son Barbassa son viejas vecinas del lugar, al abrigo de una torre de defensa del XVI que, como las antiguas casas que la familia construyó junto a ella, ha mudado en petit hotel privilegiado. Los muros de la torre y lo que fue una cocina albergan hoy pequeños rincones con sofás en los que dar cuenta de un libro, en las casas se ubican doce habitaciones luminosas, y junto a ellas una piscina flanqueada por auténticas camas con dosel de gasa blanca que dan al conjunto un punto chic y son un rincón favorito del hotel en cualquier temporada. Si calor, un baño, si fresco, una buena revista y nuestro cóctel favorito.
Mientras pensamos todo esto al poco de levantar el sol está servido el desayuno en terrazas al aire libre, entre rosales silvestres y aromas de lavanda. Pero esta brisa tempranera aconseja pasar al comedor acristalado con vistas al campo y al castillo de Capdepera. Luego iremos a Cala Mesquida o a Cala Agulla para demostrarnos que esas playas oníricas son paraísos reales.