Algo de Proust y su madalena vive en Artesa, porque el edificio que nos acoge en este hotel con spa fue panadería desde el siglo XIX, en una sólida casa de piedra. Las estancias lucen una decoración moderna que evoca las labores de la siembra y la siega y de la fabricación del pan. De vez en cuando el cuerpo nos pide cierto regreso a los orígenes, o al menos a nuestros recuerdos, aromas y ambientes con los que, como Proust, nos sentimos por un momento en una zona de confort.
Santo Tomé es un pueblito en las cumbres de Somosierra, vecino de la estación de esquí de La Pinilla. Parece mentira que en este paisaje estemos a una hora de Madrid.
Las seis habitaciones, con decoración temática, muestran utensilios del obrador del pan. Y complementamos la estancia con un circuito de spa que ofrece sauna y una carta de Tratamientos de Autor en belleza y salud, incluyendo masajes. Un plan perfecto tras un día de excursión campestre o de esquí.
El desayuno se lleva a la habitación, y nos hemos sentido como en casa. Eso sí, una casa sin niños, porque este ambiente de relajación y exclusividad es más adecuado para venir en pareja o solo. O con chavales que ya aprecian la calma de los entornos. En Artesa tenemos un apartamento para cuatro.